Muchas cosas han pasado en las últimas semanas, sin embargo antes de empezar a contarlas he decidido echar un vistazo a este lugar; esperando en el albergue fugaz de mis veinte años, rodeada del olor a dentífrico, con el sonido típico de un consultorio dental, sentada junto a un árbol artificial cuyas hojas yo misma coloqué cuando llegó a este lugar. Escaleras alfombradas, sillones de piel, mesa de espejos, paredes recubiertas con madera y justo frente a mi esa puerta que jamás volverá a abrirse, que ya no resguarda su fortaleza y personalidad.
Calzada de los misterios #461, este es el lugar que alberga mis veinte años, con sus preocupaciones, tareas, lecturas, ajetreo, estrés, sonrisas y sueños que parecían tan lejanos y que hoy, a mis 30, ya no lo parecen tanto, algunos ya fueron alcanzados, mejorados o incluso relevados por otros más.
Respiro profundo y un nudo se apodera de mi garganta, detrás de cada puerta y en cada rincón se encuentran mis sonrisas, en este lugar fui muy feliz y me hace feliz visitarlo con tantos logros a cuestas, con metas alcanzadas y con la alegría que hoy mismo siento.
Sólo lamento una cosa, no poder compartir con él los triunfos que ayudó a alcanzar.
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