miércoles, 8 de junio de 2011

El luto compartido: en memoria y por nuestra memoria de Jorge Semprún



       

Efectivamente hace mucho tiempo te lo presenté, llegó tarde para la tesis de licenciatura pero muy a tiempo para insertarse en mi vida y en mis sueños; en sus páginas reflexionaba de lo imperioso que era vivir, vivir a pesar de de todo, contra todo, incluso contra uno mismo, contra su vocación y contra sus sueños... ¿por qué me apasionó a mí? Tal vez ese gusto oculto y chiveado por la Historia, tal vez porque sus páginas están llenas de la necesidad de encontrarse a sí mismo, de conocerse, de reflexionarse, de destruirse y reconstruirse para vivir. ¿Existe acaso una vida más completa que aquella que se levanta del mismo infierno? Y no sólo del infierno de Auswchwitz, no, hablo del infierno personal, del que genera una culpa fabricada por el entorno o el que procede de la renuncia a los planes y a los sueños que se tuvieron a los veinte años...

Para Semprún la escritura es ese sueño veinteañero, adolescente, que se ha escapado por las chimeneas del campo y que ha sido necesario rescatar del infierno de una memoria fragmentada, que se niega a ser lineal porque permanecer mucho tiempo en el recuerdo es renunciar a un poco de vida, he ahí la disyuntiva: ¿la escritura o la vida? Pero ¿acaso se puede vivir sin sueños? Peor aún, ¿es válido renunciar a aquello que soñaste y que convertiste en tu motor a los veinte años?

Creo que ambos pasamos por esa reconstrucción, vivimos en esa reconstrucción. Porque nada fue como lo pensamos ni era tan fácil como lo soñamos, porque en algún momento ambos generamos, vivimos y sufrimos ese infierno personal que nos hace destruirnos y reconstruirnos para encontrarnos, tal vez porque esa fue la verdadera aventura que compartimos, y aunque efectivamente ninguno de nuestros demonios nos llamará a mitad de la noche diciendoKrematorium, ausmachen! siempre sabremos, gracias a "Gérard", que es posible salir, escribir y vivir; y que la libertad es un placer y un derecho por el que se debe jugar la vida.

Que curioso ha sido darme cuenta que a su modo, en la distancia, a ambos nos dio fuerza para seguir, debo confesar que el mayor dolor de mi vida sólo fue superable a su lado, encerrada en sus palabras y sobre todo en sus silencios (porque don Jorge narra magistralmente con el silencio)... así que el libro, al igual que el luto, es nuestro y representa tal vez el más importante nexo de aquellos construidos por dedicatorias, lecturas y descubrimientos...  "El silencio reflexivo"